Una nueva incidencia en los sistemas de Cloudflare ha dejado esta mañana fuera de juego a servicios tan populares como Zoom, Fortnite, League of Legends, Epic Games Store o la plataforma de diseño Canva. Para muchos usuarios, simplemente “Internet iba mal”; detrás del problema estaba, de nuevo, uno de los grandes proveedores de la autopista de la red.
En España, varios proveedores que utilizan Cloudflare para algunos servicios confirman que el fallo, de momento, apenas les está afectando, más allá de pequeñas ralentizaciones o errores puntuales. Aun así, el episodio vuelve a abrir el debate sobre hasta qué punto depende Internet de un puñado de empresas críticas.
¿Qué ha pasado exactamente?
Cloudflare ha reconocido problemas en su plataforma de Workers, la tecnología que permite ejecutar código en su red global de servidores para acelerar webs y servicios online.
En su página de estado, la compañía explica que está investigando un aumento de errores en scripts de Workers y también respuestas “vacías” al usar ciertas APIs internas. Dicho en sencillo: algunas piezas de la “maquinaria” que hace que las webs funcionen más rápido han empezado a fallar y, como resultado, ciertas páginas dejan de cargar o lo hacen de forma muy irregular.
Mientras tanto, usuarios de todo el mundo han reportado problemas para:
- Conectarse a partidas online de juegos como Fortnite, Valorant o League of Legends.
- Participar en videollamadas de Zoom.
- Usar herramientas en la nube como Canva o servicios vinculados a Epic Games.
No es un caso aislado: Cloudflare ya cayó hace dos semanas
Lo preocupante es que no es la primera vez en poco tiempo. El pasado 18 de noviembre, Cloudflare ya sufrió una caída de varias horas que afectó a grandes plataformas como X (antes Twitter), ChatGPT o la propia Canva. Entonces, la empresa achacó el problema a un “bug latente” en su software que se activó bajo determinadas condiciones de carga.
Dos fallos importantes en menos de un mes son una llamada de atención: cuando un proveedor tan centralizado tiene problemas, el impacto se multiplica en cadena. Millones de webs dependen, sin que el usuario lo sepa, de esta infraestructura para:
- Protegerse de ataques.
- Servir contenido más rápido (CDN).
- Gestionar DNS y otras funciones críticas de red.
El problema no es solo Cloudflare: AWS y Azure también se han caído
Cloudflare no está sola en esta lista de sustos recientes. En los últimos meses, otros gigantes de la nube también han protagonizado titulares por incidencias de alto impacto:
- AWS (Amazon Web Services) sufrió hace mes y medio una caída importante en una de sus regiones clave, que dejó fuera de servicio durante horas a aplicaciones y servicios empresariales en todo el mundo.
- Microsoft Azure vivió otra incidencia de gran calado unas semanas después, afectando a servicios corporativos y aplicaciones alojadas en su nube.
Para el usuario de a pie, estos nombres pueden sonar lejanos, pero en realidad están detrás de muchas de las apps y webs que se usan a diario: banca online, plataformas de vídeo, ecommerce, herramientas de trabajo remoto, etc. Cuando uno de estos “pilares” falla, el efecto dominó es inevitable.
Una Internet muy potente… pero muy concentrada
Todos estos incidentes ponen de manifiesto algo incómodo: Internet es muy robusta en teoría, pero en la práctica está muy concentrada en pocas manos.
Muchísimas empresas, grandes y pequeñas, delegan funciones críticas en unos pocos proveedores:
- Cloudflare y otros como Akamai o Fastly para acelerar y proteger webs.
- AWS, Azure o Google Cloud para alojar servidores, bases de datos y aplicaciones.
La ventaja es clara: estas compañías ofrecen prestaciones que sería imposible replicar a escala individual. Pero el reverso es que, cuando algo falla, no se cae “una web”, se caen miles a la vez.
Mientras tanto, los gigantes se conectan entre sí a más velocidad
En paralelo a estos problemas, los grandes proveedores de nube están acelerando sus acuerdos de interconexión de alta velocidad. AWS y Google Cloud ya han anunciado una conexión directa de gran capacidad entre sus redes, a la que también se sumará Microsoft Azure.
En términos sencillos, están construyendo auténticas autopistas de datos privadas entre sus centros de datos para:
- Mover grandes volúmenes de información con menor latencia.
- Facilitar proyectos de inteligencia artificial que combinan servicios de varias nubes.
- Ofrecer a grandes clientes multinube más rendimiento y fiabilidad… al menos dentro de ese “club” de hiperescalares.
Este tipo de acuerdos mejora mucho el rendimiento entre nubes, pero también refuerza la idea de que cada vez más tráfico crítico pasa por un puñado de grandes infraestructuras conectadas entre sí.
¿Qué significa todo esto para el usuario normal?
Para alguien que solo quiere entrar a una videollamada, jugar una partida o enviar un archivo, toda esta complejidad se resume en algo muy básico: a veces “Internet se rompe” sin que sea culpa de su Wi-Fi ni de su operadora local.
Algunas claves sencillas para entenderlo:
- Si solo fallan una o dos webs, es probable que sea problema de esos sitios o de tu conexión.
- Si de repente varias plataformas conocidas empiezan a fallar a la vez (juegos, videollamadas, herramientas en la nube), suele haber un incidente en algún gran proveedor de infraestructura.
- Comprobar webs como Downdetector o las páginas de estado de servicios (Cloudflare, AWS, Azure, etc.) puede ayudar a salir de dudas.
En España, por ahora, muchos proveedores que utilizan Cloudflare aseguran que el impacto es limitado. Pero el hecho de que un fallo en San Francisco, Londres o Ámsterdam pueda dejar sin servicio a webs en Madrid o Barcelona recuerda que, aunque “Internet está en todas partes”, sus puntos de fallo siguen siendo muy concretos.
Una lección incómoda para el futuro de la nube
Los últimos fallos de Cloudflare, junto con los problemas recientes de AWS y Azure, llegan en un momento en el que la demanda de servicios de inteligencia artificial, vídeo en streaming y juegos online no deja de crecer.
Las empresas quieren más potencia, más velocidad y menos latencia… pero al mismo tiempo, cada gran corte deja al descubierto la fragilidad de un modelo muy apoyado en unos pocos proveedores globales.
Para el usuario final, la conclusión es simple: estas caídas van a seguir ocurriendo. Para empresas, administraciones y proveedores de Internet, el reto es mucho mayor: diseñar arquitecturas más distribuidas, con planes de contingencia reales, para que el próximo fallo de un gigante de la nube no vuelva a dejar medio planeta refrescando la pantalla sin saber por qué nada carga.
