La escena se repite cada día: una persona abre su generador favorito —desde opciones muy populares como DALL·E, Midjourney, Flux o SeeDream, hasta tendencias recientes como Nano Banana dentro del ecosistema de Gemini— escribe un prompt de diez palabras y, en segundos, obtiene una imagen que parece sacada de un estudio profesional. Un logotipo “resultón” para un proyecto, el escudo de un club local, una portada para redes, un personaje “tipo Funko Pop” o un retrato con estética cinematográfica. Todo listo para publicar.
El problema llega después, cuando esa imagen empieza a circular “sin control”: alguien la reutiliza, aparece en otra cuenta, se integra en una campaña, o —peor— un tercero se queja porque reconoce un estilo, una marca o un personaje demasiado parecido a una obra protegida. Ahí es cuando surge la gran pregunta: si la idea fue humana y el prompt lo escribió una persona, ¿de quién son realmente los derechos?
La confusión habitual: “si lo he pedido yo, es mío”
El razonamiento es comprensible, pero en términos legales no siempre funciona así. En España, la Ley de Propiedad Intelectual parte de una base muy clara: el autor es una persona física. Y ese matiz cambia por completo el tablero cuando la “ejecución creativa” la realiza un sistema automatizado.
En la práctica, esto suele traducirse en una realidad incómoda para el usuario medio:
- Puede que no exista un “copyright sólido” sobre una imagen generada íntegramente por IA sin aportación creativa humana suficiente (más allá del prompt).
- Si no hay derechos de autor claros, la capacidad de impedir copias se debilita: otros podrían reutilizar la imagen y, en muchos casos, resultaría difícil reclamar exclusividad.
- Que una plataforma permita “uso comercial” no significa que te convierta en autor: normalmente es una licencia de uso (contractual), no un reconocimiento automático de propiedad intelectual.
Dicho de otra forma: muchas herramientas pueden autorizarte a usar el resultado para un trabajo o un negocio, pero eso no garantiza que puedas impedir que otro lo use también, ni te blinda frente a conflictos si el contenido invade derechos ajenos.
Entonces… ¿la imagen queda “sin dueño”?
Aquí conviene matizar. En el debate legal internacional, se está asentando una idea: una máquina no puede ser autora y, si la contribución humana no alcanza el umbral de originalidad exigible, la obra puede quedar fuera de la protección clásica de derechos de autor.
Pero “sin dueño” no significa “sin reglas”. Aunque una imagen no quede protegida por copyright como obra, pueden entrar en juego otras figuras:
- Marcas y logotipos: si la imagen se usa como identidad comercial, el camino más defendible suele ser el derecho marcario (registrar la marca), no “confiar” en el copyright.
- Competencia desleal y confusión: si una imagen se usa para hacerse pasar por otro negocio o inducir a error, puede haber consecuencias.
- Derechos sobre personajes, diseños o universos creativos: si el resultado se parece demasiado a material protegido (aunque lo haya “inventado” la IA), el problema no desaparece.
- Contratos y licencias: lo que aceptas en los términos de uso (y lo que la plataforma se reserva) importa, y mucho.
El mayor riesgo no es “que te copien”: es parecerte demasiado a lo que ya existe
En el día a día, el foco suele ponerse en la frustración de que “me han robado mi imagen”. Sin embargo, el riesgo más serio suele ser el inverso: que tu imagen se parezca demasiado a la de otra persona o a una propiedad intelectual reconocible.
Ejemplos típicos que disparan problemas:
- Personajes con rasgos inequívocos de franquicias conocidas.
- Logotipos que “huelen” a marcas registradas.
- Ilustraciones que imitan el estilo distintivo de un artista vivo de forma reconocible.
- Diseños que recuerdan a elementos protegidos por derechos de autor o diseño industrial.
Aquí entra en juego el sentido común: si el prompt empuja deliberadamente hacia la imitación, la responsabilidad por publicar y explotar esa imagen suele recaer en quien la utiliza, no en el algoritmo.
La otra gran pata: privacidad, derecho a la imagen y datos personales
El debate no es solo de propiedad intelectual. Cuando la IA trabaja con rostros reales —o con fotos subidas por el usuario— aparece un terreno especialmente sensible: protección de datos y derecho a la propia imagen.
En España ya se han visto casos que han reabierto el debate público sobre los deepfakes y el daño real que pueden causar, especialmente cuando afectan a menores. En este contexto, la “broma” o el “lo he hecho por probar” puede convertirse en un problema serio si se difunde contenido sin consentimiento o se humilla a una persona, aunque la imagen sea “falsa”.
En la práctica, para un usuario generalista, la regla de oro es simple: si hay una persona identificable, hace falta extremar precauciones y, en el ámbito profesional, contar con permisos claros.
Un checklist de “uso responsable” para quien genera imágenes sin pensar demasiado
Sin ponerse técnico, hay medidas que reducen riesgos de forma notable:
- Trata la IA como un boceto, no como un producto final
Para un logotipo o identidad de marca, lo más sensato suele ser usar la IA para explorar ideas y después pasar a un proceso de diseño con revisión (y, si procede, registro de marca). - Evita prompts que busquen copiar marcas, personajes o estilos reconocibles
Si el objetivo es “que parezca X”, lo más probable es que acabes demasiado cerca de X. - Guarda evidencias del proceso creativo
Prompts, iteraciones, ediciones manuales, capas, retoques… No es una garantía absoluta, pero ayuda a demostrar aportación humana real. - Haz una comprobación básica antes de publicar
Una búsqueda inversa y una revisión honesta de similitudes puede evitar sustos. - Si hay caras reales: consentimiento, y mejor por escrito
Especialmente en proyectos comerciales, campañas y contenidos sensibles. - Lee (al menos) lo esencial de los términos de la herramienta
Muchas plataformas permiten uso comercial, pero suelen trasladar al usuario la responsabilidad si hay reclamaciones.
Una conclusión incómoda, pero realista
La IA está democratizando la creatividad visual, pero también está democratizando los errores. El usuario que genera “sin control” se mueve rápido, publica rápido y asume —sin saberlo— un riesgo que antes recaía en agencias, diseñadores o departamentos legales.
La clave no es asustar: es entender el marco. Que puedas usar una imagen no siempre significa que puedas “poseerla” en el sentido clásico, y que sea “generada” no significa que sea “inofensiva” si invade derechos de terceros o afecta a la privacidad de alguien.
Preguntas frecuentes
¿Puedo usar comercialmente una imagen generada con IA en mi empresa o tienda online?
En muchos casos sí, si los términos de la herramienta lo permiten. Pero “uso comercial” no equivale automáticamente a tener derechos de autor exclusivos, y conviene vigilar similitudes con marcas, personajes o estilos protegidos.
¿Qué es más seguro: usar IA para un logotipo o contratar un diseño tradicional?
Para una marca, suele ser más seguro usar la IA como inspiración y luego consolidar el diseño con un proceso profesional y, si aplica, registrar la marca. Así se refuerza la protección y se reduce el riesgo de conflictos por similitud.
¿Me pueden denunciar por usar una imagen de IA que se parece a un personaje famoso o a una marca?
Sí, si el resultado invade derechos de terceros (copyright, marca, diseño, competencia desleal). El hecho de que lo haya generado una IA no elimina la responsabilidad de quien lo publica o lo explota.
¿Es legal generar imágenes con la cara de otra persona y publicarlas en redes?
Si la persona es identificable, el riesgo aumenta mucho: pueden entrar derechos de imagen y protección de datos, especialmente si no hay consentimiento o si la imagen es humillante o dañina.
vía: ¿Son tuyas las imágenes creadas con inteligencia artificial?
