La reciente adquisición del 9,9% de Telefónica por parte de la operadora STC, respaldada por el fondo soberano de Arabia Saudí, ha encendido las alarmas sobre las implicaciones estratégicas que esta transacción podría tener en la red de telecomunicaciones nacional. Sorprendentemente, el Gobierno de España en funciones solo tuvo conocimiento de este movimiento horas antes de su anuncio oficial, pero parece realmente raro, es posible que todas las partes estuviesen informadas y podrían preferir mirar para otro lado para después «quejarse».
La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, rápidamente señaló que cualquier aprobación final debe pasar por el Ejecutivo, garantizando que los intereses españoles estarán protegidos. Sin embargo, este suceso subraya una preocupación más amplia: la creciente vulnerabilidad del sector de telecomunicaciones europeo frente a sus homólogos estadounidenses y chinos.
Un análisis detallado revela una clara disparidad: mientras la Unión Europea alberga alrededor de un centenar de operadoras para cerca de 500 millones de habitantes, Estados Unidos y China tienen, respectivamente, tres y cuatro principales operadoras para más de 300 millones y más de 1.500 millones de habitantes. Esta concentración en EEUU y China, tanto en términos de clientes como de capitalización bursátil, contrasta drásticamente con el panorama fragmentado de Europa.
El enfoque regulatorio europeo, centrado en garantizar la competencia y proteger al consumidor, ha limitado efectivamente el crecimiento de sus empresas de telecomunicaciones. A esto se suma la necesidad de invertir en nuevas infraestructuras y tecnologías, una tarea complicada dada la fragmentación del mercado europeo. Como resultado, los operadores estadounidenses tienen una capacidad de inversión que supera con creces la de sus contrapartes europeas.
El tema de la soberanía, especialmente en un mundo digitalizado, es de suma importancia. La entrada de capital extranjero en empresas estratégicas genera inquietud, como se evidencia con la operación de STC en Telefónica. Este octubre, los líderes de la UE discutirán una propuesta de supervisión de inversiones extranjeras con el objetivo de garantizar la seguridad nacional y el desarrollo industrial.
Sin embargo, la protección de la soberanía digital no debe cerrar las puertas a la inversión internacional, y el interés del consumidor no debería equivaler a mercados excesivamente fragmentados. Esta fragmentación, aunque podría resultar en precios más bajos, corre el riesgo de debilitar la capacidad de innovación y expansión de las empresas.
El ingreso de STC en Telefónica ha arrojado luz sobre las deficiencias del mercado europeo en comparación con potencias como EEUU y China. Ambos mercados se originaron desde monopolios, pero sus caminos divergieron notablemente al introducir la competencia, lo que resultó en tres panoramas de mercado distintos. Quizás nadie pensó que crear una gran compañía telefónica europea podría ser una gran idea para competir, pero las diferentes entre los gobiernos que «controlan» las empresas lo harían imposible.
En resumen, mientras que las telecomunicaciones europeas están dispersas a lo largo de 27 mercados distintos, EEUU y China disfrutan de economías de escala que les aporta muchas ventajas competitivas. Esta desventaja europea se refleja claramente en la capacidad de inversión y la capitalización bursátil de sus empresas, poniendo en tela de juicio la sostenibilidad de su enfoque actual de futuro.