La carrera por regular la inteligencia artificial avanza a toda velocidad, y China ha decidido tomar la delantera con una de las normativas más estrictas hasta la fecha: la obligación de etiquetar todo el contenido generado por IA en internet, ya sea texto, imágenes, audio, vídeo o cualquier tipo de material virtual.
La medida, que entró en vigor el pasado marzo, exige que los proveedores de servicios digitales y las plataformas de redes sociales incorporen etiquetas visibles y marcas invisibles que permitan a los usuarios identificar el origen de los contenidos. Con ello, Pekín busca reforzar la transparencia en línea y frenar fenómenos cada vez más preocupantes como la desinformación, las falsificaciones digitales (deepfakes) o los fraudes electrónicos.
El contenido generado por IA bajo lupa
El auge de la inteligencia artificial generativa ha transformado el modo en que se crea y distribuye la información. Herramientas capaces de redactar artículos completos, crear voces sintéticas o generar vídeos hiperrealistas se han vuelto accesibles para millones de usuarios en muy poco tiempo.
En este contexto, los reguladores chinos han decidido establecer un marco que obliga a distinguir lo que es creación humana de lo que es producto de una máquina. El reglamento se concreta en dos niveles de identificación:
- Etiquetas explícitas: deben aparecer de manera visible en el propio contenido (por ejemplo, en la esquina de un vídeo o como un aviso en un artículo de texto).
- Etiquetas implícitas: se insertan en forma de metadatos o marcas de agua digitales, invisibles para el usuario común pero detectables por sistemas de verificación.
De este modo, incluso si un contenido es descargado, editado o redistribuido, seguirá siendo posible rastrear su origen gracias a estas marcas ocultas.
La normativa y sus impulsores
El reglamento fue redactado por la Administración del Ciberespacio de China (CAC), en colaboración con el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información, el Ministerio de Seguridad Pública y la Administración Nacional de Radio y Televisión.
Su aprobación no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia más amplia de control y supervisión del entorno digital. Forma parte de la campaña anual Qinglang 2025 –que significa “claro y brillante”–, un programa lanzado por el gobierno para “limpiar el ciberespacio” de lo que considera contenido dañino o desinformativo.
La legislación también responde al aumento de las preocupaciones en torno a la seguridad nacional y la estabilidad social. Según los reguladores, las falsificaciones audiovisuales generadas por IA pueden ser utilizadas para suplantar identidades, manipular discursos políticos o difundir noticias falsas, poniendo en riesgo tanto a individuos como al propio Estado.
WeChat y las plataformas se adaptan
La respuesta de las principales redes sociales chinas no se ha hecho esperar. WeChat (Weixin en el mercado doméstico), la aplicación con más de 1.300 millones de usuarios, ha implementado un sistema que obliga a los creadores de contenido a declarar voluntariamente si utilizan IA. En caso contrario, la plataforma avisa a los consumidores de que deben “ejercer su propio juicio” antes de confiar en la información que ven.
Otras plataformas como Weibo o Douyin (versión china de TikTok) también trabajan en la integración de sistemas automáticos de detección y etiquetado, conscientes de que el incumplimiento podría acarrear sanciones.
Para las empresas tecnológicas, el reto no es menor. Incorporar mecanismos de verificación, rediseñar interfaces y garantizar la trazabilidad de millones de contenidos diarios requiere una inversión considerable en infraestructura y personal técnico.
Un esfuerzo por contener los riesgos de los deepfakes
La medida llega en un momento en el que las tecnologías de manipulación audiovisual –conocidas como deepfakes– avanzan a gran velocidad. Estos sistemas permiten crear vídeos donde una persona aparece diciendo o haciendo cosas que nunca ocurrieron, con un nivel de realismo que desafía la percepción humana.
Los deepfakes se han utilizado para difundir propaganda política, realizar estafas financieras e incluso crear material sensible que afecta a la reputación personal. Para los reguladores chinos, limitar su proliferación es clave para evitar que se conviertan en una amenaza de gran escala.
En este sentido, las etiquetas obligatorias no solo buscan advertir al usuario final, sino también facilitar la labor de las autoridades y las empresas de verificación de datos, que podrán rastrear la procedencia y autenticidad del contenido.
Repercusiones para la industria tecnológica
La nueva normativa abre un debate sobre el equilibrio entre innovación y regulación. Por un lado, las compañías de IA y redes sociales se ven obligadas a invertir en nuevas herramientas de control, lo que puede ralentizar el ritmo de desarrollo. Por otro, la medida se presenta como una oportunidad para que el ecosistema digital chino se diferencie al garantizar un mayor grado de confianza.
Algunos expertos advierten de que la aplicación práctica podría ser desigual, ya que los sistemas de etiquetado no siempre logran detectar o identificar contenidos generados con modelos sofisticados. Además, existe la posibilidad de que actores malintencionados busquen maneras de eludir los mecanismos de marcaje.
Aun así, el consenso general es que la regulación supone un paso firme hacia la transparencia digital, especialmente en un contexto global en el que cada vez más gobiernos discuten cómo supervisar la creación y distribución de contenidos generados por IA.
Comparaciones internacionales
China no es el único país que avanza en esta dirección. La Unión Europea incluyó en su AI Act disposiciones que obligan a identificar de manera clara los contenidos generados por IA, especialmente en el ámbito de los deepfakes. En Estados Unidos, aunque no existe una ley federal específica, varios estados han aprobado normas similares para combatir la manipulación de información electoral o mediática.
La diferencia es que en China la implementación es inmediata y obligatoria para todas las plataformas, mientras que en Occidente las medidas suelen aplicarse de forma más gradual y con márgenes de autorregulación para las empresas.
Un futuro marcado por la supervisión
La decisión de Pekín refleja una tendencia clara: la inteligencia artificial ya no es solo una cuestión tecnológica, sino también un asunto político, social y de seguridad nacional. El etiquetado de contenidos marca un hito en la gobernanza digital, pero también plantea interrogantes sobre la libertad creativa y el impacto en los creadores que utilizan IA como herramienta artística o innovadora.
En cualquier caso, lo ocurrido en China puede servir de referencia para otros países que buscan soluciones frente a los riesgos de la IA generativa. El tiempo dirá si el sistema de etiquetas logra cumplir su objetivo principal: devolver al usuario la capacidad de distinguir entre lo real y lo artificial en un entorno cada vez más difuso.
Conclusión
Con el etiquetado obligatorio de contenidos generados por IA, China se convierte en pionera de una política de control y transparencia que probablemente se expandirá a nivel internacional. La medida responde a la necesidad urgente de proteger a la sociedad de la desinformación, el fraude y las amenazas a la seguridad, al tiempo que sienta las bases de un nuevo modelo de internet más regulado y menos anónimo.
Aunque el éxito dependerá de su correcta implementación y de la colaboración de plataformas y usuarios, la norma ya anticipa un futuro en el que la IA no podrá ocultarse tras una apariencia de neutralidad, sino que deberá asumir su condición de herramienta identificada y regulada.
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿Qué tipo de contenido debe etiquetarse según la nueva ley en China?
Todo material generado con inteligencia artificial: texto, imágenes, audios, vídeos y cualquier otro contenido virtual.
Qué diferencia hay entre etiquetas explícitas e implícitas?
Las explícitas son visibles para los usuarios, mientras que las implícitas son marcas digitales ocultas en metadatos o marcas de agua invisibles.
Qué riesgos busca evitar esta normativa?
Principalmente la desinformación, el fraude electrónico, las falsificaciones digitales (deepfakes) y las amenazas a la seguridad nacional.
China es el único país con esta regulación?
No. La Unión Europea y algunos estados de EE. UU. también han avanzado en regulaciones similares, aunque con enfoques más graduales y flexibles.