Ningún chip debe tener puertas traseras: el riesgo de comprometer toda la infraestructura digital

Expertos y fabricantes advierten que introducir mecanismos de control ocultos en procesadores —como los “kill switches”— supondría una amenaza directa a la seguridad global

En pleno auge de la inteligencia artificial, la computación en la nube y los sistemas autónomos, la seguridad del hardware se ha convertido en una prioridad estratégica. En este contexto, NVIDIA ha alzado la voz con firmeza, dejando claro que sus chips no contienen ni contendrán puertas traseras ni interruptores de apagado forzoso (kill switches), y que ninguna arquitectura de procesador —ni de NVIDIA, ni de AMD, Intel, ARM u otros— debería incluirlos jamás.

“No existe tal cosa como una ‘buena’ puerta trasera. Solo son vulnerabilidades en potencia”, ha afirmado David Reber Jr., Chief Security Officer de NVIDIA.

Un precedente peligroso que la historia ya descartó

La idea de introducir accesos ocultos en hardware no es nueva. En los años 90, el proyecto Clipper Chip impulsado por la NSA pretendía incluir claves de cifrado gestionadas por el gobierno en dispositivos de comunicación. El resultado fue un rechazo rotundo por parte de la comunidad de seguridad informática, que demostró cómo estos sistemas eran fácilmente explotables y minaban la confianza en la tecnología estadounidense.

Incluir backdoors o kill switches en chips modernos —capaces de controlar desde un MRI hospitalario hasta una central eléctrica, pasando por vehículos autónomos o supercomputadoras de investigación— no haría más que reproducir ese error en una escala mucho más peligrosa.

Riesgo estructural: una sola vulnerabilidad, miles de puertas abiertas

Los sistemas actuales se diseñan bajo el principio de seguridad por capas (defensa en profundidad). Es decir, múltiples barreras independientes —software, firmware, cifrado, autenticación, monitorización— que protegen al usuario y al sistema.

En cambio, una puerta trasera integrada a nivel de chip representa un punto único de fallo. Si se compromete, toda la infraestructura global construida sobre ese silicio podría quedar expuesta. Además, sería prácticamente imposible de detectar y mitigar para los usuarios o administradores.

“Un interruptor de apagado oculto en el hardware es el sueño de cualquier atacante. Sería como entregar las llaves maestras de los sistemas más críticos del planeta”, advierten expertos del sector.

El debate legislativo: entre la soberanía y la seguridad

La presión regulatoria para controlar tecnologías críticas está creciendo. Gobiernos de Estados Unidos y Europa estudian nuevas normativas para garantizar la soberanía tecnológica, especialmente en áreas como IA, defensa o telecomunicaciones. Sin embargo, desde la industria se alerta de que estas propuestas deben centrarse en el refuerzo, no en el debilitamiento de la seguridad.

“No se puede garantizar la seguridad abriendo una brecha. Es un contrasentido técnico y una amenaza geopolítica”, señalan analistas de ciberseguridad.

Confianza, innovación y economía en juego

Además del riesgo técnico, introducir mecanismos de control ocultos tendría un impacto devastador en la confianza global hacia los fabricantes de chips, afectando tanto a sus negocios como a las cadenas de suministro tecnológicas. Empresas de todo el mundo —desde bancos a gobiernos, pasando por hospitales y universidades— dependen de estos procesadores para operar con seguridad.

Por ello, NVIDIA ha dejado claro que no incorporará nunca hardware que permita el control externo sin consentimiento, y que cualquier intento legislativo en ese sentido debería ser rechazado con contundencia.

“La integridad del hardware debe ser un principio inviolable. No importa si el chip lo fabrica NVIDIA, AMD, Intel o cualquier otro: ningún componente que se use en infraestructuras críticas debería tener accesos secretos ni mecanismos de desconexión remota”, concluye Reber.

El mensaje de fondo es claro: una infraestructura digital segura solo se puede construir sobre chips confiables, sin trampas ni atajos peligrosos. La historia, la técnica y la lógica coinciden. Y no debería haber espacio para compromisos.

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