Llegas tarde, buscas repostar rápido y no quieres pagar de más. La estación está abierta, no hay nadie que te salude, pero todo funciona. Echas combustible, pagas con tarjeta y sigues tu camino. Esta escena, que hace unos años parecía extraña, es hoy una realidad cada vez más común en nuestras carreteras: las gasolineras desatendidas han llegado para quedarse.
Según el último boletín de la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia), este tipo de estaciones ya suponen más del 15% de la red en la Península y Baleares. Y no solo crecen en número, también lo hacen en preferencia del consumidor: el precio del gasóleo A es un 6,2% más barato, de media, en estas estaciones que en el resto de la red.
¿Qué es exactamente una gasolinera desatendida?
Son estaciones que funcionan sin personal durante parte o la totalidad de su horario, lo que significa que el cliente lo hace todo: repostar, pagar y marcharse. No hay tienda, ni atención directa, ni ayuda en el proceso. Aunque puedan sonar a “gasolineras fantasma”, en realidad están totalmente operativas y controladas.
La CNMC clasifica como desatendidas aquellas estaciones que están sin personal al menos el 25% del tiempo que abren al público. Muchas de ellas combinan distintos regímenes según la franja horaria, pero un número creciente, como las de Ballenoil, no cuentan con empleados en ningún momento del día.
Menores precios, mayor eficiencia
La razón principal detrás de su éxito es simple: cuestan menos de mantener. Al prescindir de sueldos, servicios adicionales y estructuras comerciales, pueden ofrecer precios más competitivos. Y esa diferencia se nota.
Los datos del regulador revelan una brecha de precios cada vez mayor entre las estaciones convencionales y las desatendidas, especialmente desde 2020. Para quienes repostan con frecuencia, el ahorro acumulado al final del mes puede ser significativo.
Pero ese ahorro no implica sacrificar la seguridad ni la calidad del carburante. Las estaciones desatendidas cumplen con la normativa vigente y utilizan el mismo tipo de combustibles que cualquier otra estación.
¿Dónde son más comunes?
Aunque hay diferencias territoriales, el fenómeno se está expandiendo rápidamente. Provincias como Soria, Madrid, Burgos y Cuenca ya cuentan con más del 20% de su red en formato desatendido. En cambio, en Ourense, Bizkaia o León su implantación es todavía baja, por debajo del 9%.
Además, estas estaciones suelen ser de titularidad independiente (63,8%) y con marcas muy diversas. El operador más destacado es Ballenoil, recientemente adquirido por Moeve-Cepsa, que suma más de 300 estaciones en funcionamiento bajo esta modalidad.
Una alternativa en tiempos de incertidumbre
En abril de 2025, tanto la gasolina como el gasóleo registraron su segundo mes consecutivo de bajadas. La gasolina 95 se situó en 1,498 €/litro y el gasóleo A en 1,415 €/litro, en parte gracias al descenso de precios internacionales tras las tensiones arancelarias entre EE. UU. y China.
Sin embargo, los márgenes brutos de las estaciones aumentaron, lo que pone en evidencia que la competencia entre modelos de negocio también influye en los precios que paga el consumidor.
Para muchos ciudadanos, acudir a una estación desatendida ya no es una rareza, sino una decisión económica. “No necesito que me cobren el café, solo quiero echar combustible y seguir”, explicaba esta semana Juan, conductor habitual de una desatendida en las afueras de Toledo.
El reto: un equilibrio entre eficiencia y accesibilidad
El crecimiento de este tipo de estaciones también plantea desafíos. Aunque son ideales para usuarios autónomos y habituados a la tecnología, no todos los colectivos se benefician igual. Personas mayores, con discapacidad o con barreras tecnológicas pueden encontrar más difícil el acceso a este tipo de servicio sin asistencia humana.
Por eso, desde la CNMC insisten en que la evolución del sector debe combinar innovación con responsabilidad social. El objetivo no debe ser sustituir completamente el modelo tradicional, sino ofrecer una alternativa competitiva y segura para quien lo desee.
En plena transición energética y con un parque de vehículos que aún tardará años en electrificarse del todo, las gasolineras desatendidas se consolidan como una solución realista, eficaz y económicamente atractiva para un país que sigue necesitando repostar… pero cada vez quiere pagar menos.